Silvia García, fundadora de La casa del mestizo, iba caminando tranquilamente junto a su madre por el barrio bajo de Cuautepec. Cuando se escuchó un aullido tan fuerte que estremeció su alma.
Envuelta en pánico volteó para ver de donde provenía.
Notó a un pitbull que acababan de atropellar sobre la avenida y que venía en compañía de un rottweiler.
Los autos sólo le pasaban por un lado y la gente seguía su camino, ignorando que necesitaba ayuda urgente.
Silvia y su madre estaban muy asustadas; como pudieron lo cargaron, subiéndose a la banqueta.
Llamaron a un taxi de su confianza para que lo llevaran de urgencia al hospital veterinario. Cuando llegó el chofer lo subieron con mucho cuidado, se acomodaron notaron un interés y amor incontrolable del rottweiler. Se comportaba ansioso y no quería separarse ni un metro de su amigo; esa conducta conmovió a Silvia. Al subir al rottweiler, rápidamente se colocó junto a su amigo y no dejaba de darle besos caninos.
Llegaron al hospital y lo trasladaron a urgencias.
Los doctores informaron que además de los golpes en el cuerpo, tenía fiebre por una fuerte infección en su cara, inflamación de tantas mordidas que seguramente recibió en peleas callejeras.
Cuando pasó el peligro, se quedó internado durante 15 días y su pronóstico fue benéfico.
Su amigo lo esperaba ansioso en La casa del mestizo junto a más de 100 perros.
El día que llegó el Pitbull al refugio, lo nombraron Pepper por su color tan parecido a la pimienta.
A los dos meses de su rehabilitación, adoptaron a Pepper en el Parque España, durante la feria de adopciones.
Su nueva manada se preparó para recibirlo, compraron libros para informarse sobre la raza y poder ofrecerle una mejor adaptación, contrataron un entrenador y todos se involucraron en las clases.
Con toda la buena actitud de su nueva familia la adaptación de Pepper fue muy sencilla.
En la vida nos encontramos con situaciones difíciles y tristes; donde el corazón se sostiene por delante de la mente.
Ese día, que parecía común, se convirtió en clave para Pepper y su mejor amigo rottweiler.
En el momento en que acomodaron a Pepper sobre la banqueta; Silvia tenía una lucha desenfrenada entre su mente y corazón, pensaba en todos los perros que ya estaban en el refugio, pero su corazón ganó cuando veía a ese par de peludos con tanta necesidad y tan pocas posibilidades de que alguien más pudiera ayudarlos.
Si todas las personas tuviéramos más empatía con los animales, México no estaría en los primeros lugares del mundo en tener perros y gatos en condición de calle, lo cual no solo mejoraría para ellos, sino para toda la cultura de la sociedad mexicana.
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Gracias a Vivi por el articulo.
Nelly González
Y su amigo rottweiler que se hizo??